El cierre temporal y unilateral de la frontera entre Colombia y Venezuela, anunciado en la madrugada del viernes 10 de enero por el gobierno venezolano, ha tenido un impacto económico devastador en la región. El cierre se produjo bajo la justificación de una supuesta “conspiración internacional”, lo que dejó a miles de personas y comercios de ambos lados de la frontera en una situación de incertidumbre y pérdidas económicas significativas.
El paso fronterizo fue reabierto finalmente este lunes 13 de enero, aunque con un retraso respecto a la hora anunciada inicialmente por el gobernador del Táchira, Freddy Bernal. La reapertura, que estaba prevista para las 5:00 a.m., ocurrió a las 5:30 a.m., tras tres días de paralización en el flujo de personas y mercancías entre el departamento colombiano de Norte de Santander y el estado venezolano de Táchira.
El impacto económico del cierre ha sido dramático, especialmente para el comercio fronterizo. Sergio Palacios, presidente de Fenalco en Norte de Santander, explicó que el cierre afectó principalmente dos áreas clave: el comercio minorista y el comercio de exportación. En el primero, el tránsito diario de entre 45.000 y 50.000 personas a través de los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander se interrumpió abruptamente. Estas personas, muchas de ellas habitantes de Táchira que cruzan a Cúcuta para adquirir alimentos, productos de higiene y medicamentos, vieron sus desplazamientos bloqueados.
Las pérdidas por esta paralización diaria oscilan entre los 12.000 y 15.000 millones de pesos colombianos, cifra que refleja el volumen de comercio afectado en solo tres días de cierre. A esto se suma el impacto en el comercio de exportación, que, según cifras oficiales, había alcanzado más de 1.000 millones de dólares al cierre del año 2024. El comercio bilateral, por tanto, también sufrió un golpe considerable.
Un impacto más allá de lo económico
El cierre fronterizo no solo afectó a los comercios y empresas de la región, sino que también paralizó la vida diaria de miles de trabajadores. Muchos residentes de Táchira que laboran en Cúcuta no pudieron cumplir con sus jornadas laborales debido a la imposibilidad de cruzar la frontera. Este éxodo laboral transfronterizo es una de las características de la economía fronteriza, y su interrupción genera un vacío en los sectores productivos y de servicios de la zona.
El temor al regreso de un cierre prolongado
Este cierre repentino ha reavivado temores en la población de la región, pues recuerda al cierre de fronteras ocurrido en 2015, que se extendió por más de siete años y que tuvo consecuencias devastadoras para ambas economías. En esa ocasión, la medida afectó profundamente el flujo de bienes y personas, por ende, la recuperación fue lenta y compleja.
En este contexto, la reapertura de la frontera genera expectativas de recuperación económica, pero también pone de manifiesto la vulnerabilidad de la región ante decisiones políticas unilaterales. Las autoridades locales y los empresarios han expresado su preocupación por la falta de estabilidad en las relaciones bilaterales, y la necesidad de que se mantengan canales de comunicación abiertos para evitar futuros cierres imprevistos que puedan paralizar nuevamente la economía fronteriza.
El cierre de tres días dejó pérdidas por un total aproximado de 45.000 millones de pesos colombianos, una cifra que subraya la importancia de la frontera como motor económico y el riesgo de un daño mayor si la situación se repitiera.