El negocio del webcam en Colombia, un lucrativo sector en expansión, se ha convertido en un refugio para miles de mujeres y personas trans que buscan escapar de la pobreza y la falta de oportunidades. Sin embargo, detrás de la pantalla, donde miles de clientes de Estados Unidos y Europa pagan por momentos de intimidad, se esconde una realidad mucho más oscura. Abusos psicológicos, condiciones laborales insalubres y la explotación de las trabajadoras son solo algunos de los horrores que muchas modelos webcam han tenido que sufrir en silencio durante años.
Paula Osorio, una modelo de 25 años, recordó sus primeros años en la industria en Bogotá. “Ponían reglas de hacer 12 horas diarias de transmisión, si no me quitaban un porcentaje de la plata que ganaba”, relató a la AFP. El abuso no solo era económico, sino también emocional. La falta de opciones, especialmente para las jóvenes de sectores vulnerables, las coloca en una situación de dependencia extrema, donde cualquier incumplimiento es sancionado con severas multas.
El informe de Human Rights Watch (HRW) de diciembre de 2024 puso en evidencia la cruda realidad de estos espacios de trabajo. La ONG denunció abusos psicológicos, físicos y condiciones de salubridad deplorables en muchos de estos estudios en Colombia. La mayoría de las trabajadoras provienen de barrios empobrecidos y carecen de alternativas laborales formales, lo que las empuja hacia esta industria, aparentemente lucrativa.
Explotación y violencia sistemática
Según el informe de HRW, tras entrevistar a 55 modelos webcam, se identificaron patrones de abuso donde las trabajadoras son presionadas, amenazadas y coaccionadas para realizar actividades humillantes o dolorosas. En algunos casos, las condiciones insalubres han provocado problemas de salud graves, incluyendo sarpullidos derivados de la falta de higiene, provocados por la presencia de fluidos corporales en los espacios de trabajo.
“Pensaba que eso (las multas económicas) era normal dentro de la industria. Yo empecé allá realmente para comer y ellos abusaban de mi situación porque no tenía más a dónde ir“, relató una de las modelos. La falta de transparencia en los contratos y la distribución desigual de las ganancias también son factores comunes de explotación. Aunque el salario de las modelos varía según su popularidad, la mayoría no supera el salario mínimo, que en Colombia es de aproximadamente 320 dólares mensuales.
Carolina Calle, defensora de derechos humanos y ex modelo webcam, explicó que muchas trabajadoras, incluidas las que formaban parte de estudios de “garaje”, enfrentan abuso sexual por parte de los dueños y otros actores dentro de la industria. “Las compañeras son víctimas de violencia dentro de los estudios, no en todos, pero sí en muchos”, dijo Calle, quien dejó la industria hace una década tras vivir estas traumáticas experiencias.
Un negocio global y un mercado en crecimiento
El negocio del webcam en Colombia ha crecido enormemente, convirtiéndose en uno de los centros de este mercado a nivel mundial. Según cifras de HRW, en 2021 generó unos 40 millones de dólares. La devaluación de la moneda local frente al dólar ha hecho de Colombia uno de los destinos más atractivos para los estudios de webcam, rivalizando con países como Rumanía.
No obstante, el crecimiento de la industria no ha ido acompañado de una regulación efectiva. Muchos estudios operan sin una estructura legal clara, lo que deja a las trabajadoras en un vacío de derechos laborales y en una constante vulnerabilidad. Además, las estructuras de poder dentro de los estudios son opacas, y las trabajadoras muchas veces no tienen acceso a recursos o apoyo ante situaciones de abuso o acoso.
Desde 2024, el gobierno colombiano ha comenzado a trabajar en la reglamentación de la industria con el objetivo de garantizar los derechos laborales de las modelos y combatir la evasión fiscal. Sin embargo, el camino para lograr una regulación efectiva aún es incierto, y mientras tanto, las trabajadoras continúan luchando en un entorno peligroso y explotador.
Las historias de abuso y explotación en la industria del webcam en Colombia no son nuevas, pero han permanecido en las sombras durante años. A medida que las voces de las modelos webcam se levantan, la sociedad colombiana y el mundo entero deberán enfrentar la realidad de un negocio que, aunque es parte de una economía global, se basa en la vulnerabilidad y la explotación de miles de mujeres y personas trans.