
La travesía de miles de migrantes irregulares a través del Tapón de Darién, una de las rutas más peligrosas entre América Central y América del Sur, ha generado grandes ganancias para las redes criminales dedicadas al tráfico de personas. Según cifras oficiales, 302.203 migrantes cruzaron este inhóspito territorio panameño en 2024, un descenso del 42% respecto al récord de 520.085 migrantes en 2023. Sin embargo, esta disminución en los flujos migratorios no ha frenado la rentabilidad del negocio ilícito que rodea la migración irregular.
Las autoridades panameñas han señalado que las redes criminales, en su mayoría asociadas con el ‘Clan del Golfo’, han percibido millones de dólares por facilitar el paso de migrantes a través de la peligrosa selva del Darién. El tráfico humano en esta región se ha convertido en un lucrativo negocio, en el que los migrantes, especialmente de países como Venezuela, pagan altas sumas a las bandas que controlan las rutas clandestinas.
De acuerdo con los datos del Servicio Nacional de Migración de Panamá, más del 69% de los migrantes que cruzaron el Darién en 2024 eran venezolanos, seguidos por colombianos, ecuatorianos y ciudadanos de otras nacionalidades. La mayoría de estos migrantes huyen de crisis políticas, económicas y sociales en sus países de origen, con la situación en Venezuela como un motor clave de este éxodo masivo.
A pesar de las políticas más estrictas implementadas por el gobierno del presidente José Raúl Mulino, quien asumió en julio de 2024, el tránsito irregular no ha desaparecido. Mulino ha enfocado sus esfuerzos en reducir el flujo migratorio con medidas como el cierre de pasos fronterizos, repatriaciones masivas y acuerdos con Estados Unidos para financiar vuelos de deportación. Solo en 2024, Panamá deportó a más de 1.500 migrantes bajo estos acuerdos, que incluyen un financiamiento de cerca de 6 millones de dólares para cubrir los costos de los vuelos de repatriación.
Sin embargo, las cifras de muertes durante el cruce del Darién siguen siendo alarmantes. En 2024, al menos 55 migrantes perdieron la vida en su intento de cruzar la selva, un reflejo de los riesgos inherentes a la travesía, que incluye no solo la violencia de los traficantes, sino también la amenaza de enfermedades, desnutrición y accidentes en el terreno agreste.
El flujo migratorio irregular por el Darién también ha tenido repercusiones en el ámbito político de la región
La migración masiva ha tensado las relaciones diplomáticas de Panamá, especialmente con Venezuela, cuyo gobierno de Nicolás Maduro rechaza las repatriaciones y las políticas migratorias del país vecino. La suspensión de vuelos directos entre Panamá y Venezuela en 2024 complicó aún más la situación, pues muchos migrantes venezolanos fueron dejados varados en Panamá, mientras las redes de tráfico humano siguieron aprovechando la oportunidad para cobrar elevados montos por el cruce.
A nivel internacional, la crisis migratoria ha sido un tema candente en las políticas de Estados Unidos y otros países del continente. Aunque la administración Biden ha reducido algunas restricciones impuestas durante el gobierno de Donald Trump, la crisis económica y política en países latinoamericanos sigue alimentando la migración irregular hacia el norte, con el Darién como una de las principales rutas de tránsito.
Mientras tanto, las redes de tráfico humano continúan operando con impunidad, aprovechando la vulnerabilidad de las personas que huyen de la violencia y la pobreza. La millonaria renta que estas redes perciben pone de manifiesto la magnitud de un negocio ilícito que sigue alimentándose de la desesperación humana, a pesar de los esfuerzos internacionales para frenar este fenómeno.