
Desde Barranquilla, Migreidis Rangel Osorio, una madre venezolana que lleva nueve años luchando por sacar adelante a sus hijos, enfrenta el dolor más grande de su vida: la grave situación de salud de su hijo, Maikel José Atencio Rangel, quien se encuentra en Estados Unidos, desahuciado por los médicos. Además de su delicado estado, el joven enfrenta serios problemas migratorios que dificultan aún más el ya desgarrador panorama para su madre, quien clama por poder estar a su lado en estos momentos críticos.
Maikel, de 21 años, emigró hace tiempo en busca de un futuro mejor. Tras vivir en Colombia, donde trabajaba como domiciliario, decidió emprender un viaje peligroso hacia Estados Unidos, atravesando Centroamérica, México y finalmente cruzando la frontera por Texas. Su objetivo era reunirse con su hermana mayor, Miledsy Marisel, quien ya vivía en Dallas trabajando como repartidora de comida. Sin embargo, el viaje no fue nada fácil.
“Mi hijo se fue para los Estados Unidos y cuando estaba llegando allá, lo secuestraron en México. Duró dos meses secuestrado, hasta que se pudo pagar un rescate para sacarlo. Fueron dos mil dólares, mi hija no gana esa cantidad de dinero, prestó el dinero y fue pagando hasta que lo soltaron”, cuenta Migreidis, con voz quebrada, mientras revive los angustiosos días de incertidumbre por el paradero de su hijo.
La familia no cuenta con los recursos económicos para cubrir los gastos médicos
Tras ser liberado, Maikel fue detenido por la patrulla fronteriza estadounidense y puesto bajo custodia de migración. En medio de su estancia en el centro de detención, comenzó a sentirse mal y, tras ser llevado de urgencia al hospital, los médicos le diagnosticaron leucemia. A pesar de los esfuerzos, la enfermedad avanzó rápidamente y, tras una recaída, los médicos ya no tienen esperanzas de recuperación. “Ya el médico me lo desahució. Yo quiero alguna ayuda para poder viajar allá. Dijeron que ya no pueden hacer nada”, lamentó la madre del joven.
La situación es aún más difícil para la hermana de Maikel, Miledsy, quien vive a más de una hora del hospital donde su hermano se encuentra recluido. Mientras tanto, Migreidis continúa trabajando incansablemente como costurera, esperando alguna respuesta positiva que le permita viajar a Estados Unidos y estar con su hijo en su último aliento. A pesar de sus esfuerzos por conseguir una cita en el consulado, los trámites no avanzan. “Me dicen que no pueden hacer nada, no me quieren atender, porque tienen que ser citas, pero no me la dan. No hay respuesta de nada”, explica, desesperada por la falta de apoyo.
Mientras tanto, la máquina de coser de Migreidis no se detiene, marcando el ritmo de una vida que sigue adelante a pesar del dolor. “Yo saco el pasaporte colombiano, la cédula, pero no sé qué más hacer”.
El futuro de Maikel es incierto, pero lo único que Migreidis desea con todo su ser es estar junto a su hijo, en sus últimos momentos. Sin embargo, la burocracia y las dificultades migratorias parecen ser barreras insuperables para una madre que solo busca estar con su hijo en esta tragedia. Ahora, solo le queda esperar que, en algún rincón del mundo, alguien extienda una mano amiga para ayudarla a cumplir su último deseo como madre.