El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se encuentra en el centro de una nueva controversia tras referirse a las periodistas del país como “muñecas de la mafia”. El incidente ha generado una ola de indignación tanto en el ámbito político como en el periodismo, con diversas figuras y organizaciones saliendo en defensa de las trabajadoras de la prensa.
La polémica estalló durante un evento en Nuquí, Chocó, en el que se realizó la posesión de la nueva Defensora del Pueblo, Iris Marín Ortiz. En medio de su intervención, Petro descalificó a las periodistas colombianas usando el término “muñecas de la mafia”, afirmando que estas habían contribuido a “construir la tesis del terrorismo en la protesta y la criminalización del derecho genuino a protestar y a decir basta”.
El discurso, que fue transmitido en televisión nacional, no tardó en provocar una fuerte reacción. El uso del término por parte del mandatario generó una amplia condena, y las críticas no se hicieron esperar
Iris Marín Ortiz, actual Defensora del Pueblo, se pronunció en contra de los comentarios de Petro. “No esperen de mí como Defensora del Pueblo que justifique el lenguaje discriminatorio o que estigmatiza a las mujeres. Seré coherente: la columna de esta Defensoría del Pueblo es la igualdad. Rechazo toda forma de violencia contra las mujeres”.
Las críticas también llegaron desde el Congreso y el periodismo. La congresista Catherine Juvinao y la periodista Vicky Dávila fueron de las primeras en alzar la voz, acusando a Petro de machismo y misoginia. Ambas demandaron respeto por la labor de las mujeres periodistas que trabajan arduamente para informar al país sobre eventos cruciales.
En respuesta a las acusaciones, Petro se defendió a través de sus redes sociales, argumentando que su discurso había sido malinterpretado. El presidente reconoció la valentía de muchas mujeres periodistas y afirmó que su comentario estaba dirigido a “quienes no están al servicio de la ciudadanía sino de poderes oscuros”. En su declaración, Petro hizo referencia a incidentes históricos, mencionando “lisonjas a Pablo Escobar por televisión” y “whiskys tomados con Carlos Castaño”, para ilustrar su punto sobre la corrupción en el periodismo.
La controversia ha puesto de relieve las tensiones entre el poder político y el periodismo en Colombia, así como la necesidad de un debate constructivo sobre el papel de la prensa y el respeto a su labor en una democracia. A medida que la situación sigue desarrollándose, la comunidad periodística y la opinión pública continúan vigilantes sobre la manera en que se manejan las relaciones entre el Estado y los medios de comunicación en el país.